El PLD: En vigorosa y permanente evolución


Juan Bosch concibió el Partido de la Liberación Dominicana, lo fundó junto a otros compañeros y lo orientó para que fuera una organización diferente, antítesis de las demás entidades y la respuesta dialéctica al atraso que prevalecía en el sistema partidista.

Construido como partido de cuadros y de carácter no electoralista, se recuerda el detalle de que el Comité Político del PLD en sus años iniciales era de apenas cinco miembros, para que en esos tiempos difíciles en el orden democrático fuese capaz de reunirse incluso dentro de en un vehículo en movimiento.

Eran los tiempos de la llamada “Guerra Fría”, cuando no existían garantías para la participación democrática y el libre juego de las ideas, por lo que en su etapa de construcción el PLD no contemplaba conquistar espacios de poder mediante las elecciones, sino utilizarlas para expandir las ideas que le sustentaban.



Quienes ingresaban al partido en esos tiempos asumían que la organización tenía sus propios métodos para todo, y que en cierta medida se parecía a la Iglesia y a los ejércitos, incluso, con algún grado de rigidez, aunque siempre bajo la premisa de motivar la creatividad en el trabajo político.

De ahí la directriz: “De lo particular a lo general, y de nuevo a lo particular”, base teórica de nuestros métodos de trabajo, que en términos simples, significa que aquello que se aplica de manera limitada y da buenos resultados, deberá ser llevado a lo macro, es decir al todo, y luego, de nuevo replicado en lo individual.

Para los comicios de 1978, el PLD, fundado el 15 de diciembre de 1973, en su primera experiencia electoral obtiene 18 mil votos, exactamente el uno por ciento del sufragio universal.

De inmediato, los observadores políticos de entonces dieron por hecho que Juan Bosch y la incipiente organización estaban liquidados.

Máxime, porque el partido de cuadros, que era entonces, no desplegaba la propaganda objetiva ni realizaba el tipo de movilización estridente que era común en los otros partidos, sino que se caracterizaba por un accionar más bien discreto y muy peculiar en todas sus actividades.

Arranque de impacto



Pero he aquí que para 1980, se considera que la etapa de formación del PLD había concluido, y por tanto, llegado el momento de crecer hacia afuera.

La idea fue, en primer orden, desarrollar una línea de masas agresiva, que le vinculara a los reclamos y demandas de la población, con la misión clara de dirigir esas luchas.

Pero lo que vino después fue más sorprendente aún, el PLD sale a las calles, con sus colores morado y amarillo, con su bandera triangular, con su líder, icono de cabeza blanca, que son símbolos reconocidos por la gente, según se pudo palpar, y mejor todavía, fue la respuesta positiva de las masas ante el estímulo.

El 14 de febrero de 1981, Día de San Valentín o de “los Enamorados”, fue declarado “Dia Morado” por la dirección peledeísta, y con ese motivo, planifica la “Primera Marcha Motorizada del PLD”, actividad que revolucionó el activismo político en el país.

Hasta entonces, la costumbre era mover a la gente en caravanas de vehículos, para que el público viera y se convenciera de la fortaleza de un partido, pero con la Marcha Motorizada el PLD cambia las cosas, aunque ni el propio Don Juan anticipara lo trascendental que sería esta actividad.

El desfile de vehículos partió del Parque Eugenio María de Hostos, en el Malecón de la Capital, pero al enfilar por la avenida 30 de Marzo, tras dejar el Parque Independencia, cientos de militantes y simpatizantes del PLD que iban en camiones, minibuses, automóviles y camionetas, espontáneamente se lanzaron a caminar y a trotar al ritmo de una consigna que nació allí mismo: “Vamos pa’lante, con Juan Bó; vamos pa’lante, pa’ el poder”.



Al llegar a la zona Norte de la Capital, específicamente en los barrios Simón Bolívar y Espaillat, fuerzas de choque del entonces gobernante Partido Revolucionario Dominicano agredieron a los peledeístas desde los callejones, y varios compañeros resultaron heridos a pedradas.

Sin embargo, nada pudo empañar el enorme éxito de esa primera movilización del PLD, que en lo adelante y hasta la fecha se hizo dueño absoluto de las calles con sus impactantes marchas a pie por todas las ciudades de la nación.

Además de crear las marchas, tanto de carácter electoral y reivindicativas, el PLD introdujo las patanas o carrozas con sus orquestas, animadores y cuerpos de baile, los murales artísticos en lugar de letreros proselitistas y la idea de colocar a los motociclistas en la cabeza de las movilizaciones.

Juan Bosch rompió de plano con el criterio de que el PLD no creía en elecciones como método para llegar al poder, lo que unido a los novedosos recursos de campaña, produjo que para los comicios de 1982, nuestra organización obtuviera más de 184 mil votos, o sea que multiplicó por diez lo obtenido en 1978.

El crecimiento geométrico continuó para los procesos de 1986, cuando conquistamos casi 400 mil votos, y en 1990, que superamos los 600 mil, pero que a causa de un fraude colosal no pudo nuestro partido acceder al poder por primera vez.

Segunda gran transformación


Tras la experiencia de gobernar por primera vez, entre 1996 y 2000, el PLD sale a la oposición y comprende que su estructura debía ser adecuada a los nuevos esquemas, de forma que pudiera emprender con éxito las batallas electorales consiguientes.

Es así, que mediante el Congreso Juan Bosch las estructuras se transforman desde los cuadros u organismos a ser un partido de masas.

Los resultados son palpables, hoy por hoy, el PLD es la organización política de mayor éxito en la República Dominicana en toda la etapa reciente y contemporánea.

Se destaca que es la única entidad que ha mantenido su fuerza institucional y cumple todos sus procesos internos, luego de la desaparición física de su líder histórico, el ex presidente de la República e intelectual de renombre mundial, Juan Bosch, mientras que los partidos contrarios no han superado ese reto.

La realidad es que el PLD es un partido con una dinámica indetenible, basada en la ideología Boschista y en una mística de trabajo que, por encima de las individualidades, coloca los propósitos partidarios y los intereses del país.

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